sábado, 15 de octubre de 2016

Envíeme pues al fuego, que iré como a una fiesta. c'est trop Tengo un cuerpo así: como un órgano de iglesia. Eso es vodka. ¿Vodka? Pues vodka. Para mí, padrecito, todo lo que se echa en vasos se puede beber. O sea que se me ha abierto un agujero que quiere tragárselo todo. ¿Quéeeee? ¿Sentido moral? ¿Y qué licor es ése? ¿De qué frutas? ¡Hum! ¿la cara? Diga mejor que es un hocico, o unos morros, pero cara, no, ¡no diga que eso es una cara, que me subleva!

martes, 11 de octubre de 2016

Ojalá se mueran todas las Filis y los Dalmiros que comprendan de una vez que aquí ya no tienen razón de ser que no merecen un mínimo suspiro que no conmueven ni un mísero sentido y ya no caben en el licor de los delirios

domingo, 9 de octubre de 2016

Del griego aisthanumai (a˝suånomai) palabra que se refiere a la percepción sensible. El término estética fue recuperado en el siglo XVIII por la filosofía alemana para designar una teoría de la percepción, especialmente la percepción de lo bello y lo terrible; en consecuencia, el término llega a asociarse con la percepción artística. Uno de los textos más influyentes de la teoría estética es la Educación estética del hombre de Friedrich Schiller, publicado a fines del siglo XVIII, donde el autor plantea una conexión entre el individuo y el estado moderno a través de la experiencia estética. Para Schiller, la experiencia estética sirve para unir las esferas de la sensibilidad y la razón, la particularidad y la universalidad, de tal modo que resista la creciente fragmentación de la condición humana en la modernidad. La idea schilleriana de la educación estética se diseminó en el liberalismo del siglo XIX en hispanoamérica y tuvo fuertes repercusiones en varias instancias del siglo XX en que se consideraba el arte y la cultura como pilares de las naciones-estados.

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